Pegarse un baño
Pegarse un baño, pero que duela. Que los chorros de agua se claven en la espalda con violencia y dejen marcas rojas en la piel. Que el jabón arda y la esponja raspe. La piel se irá saliendo de a poco, por lo cual es conveniente estar atento a no tapar la rejilla. Que el shampoo se meta en los ojos y los dedos enjabonados no puedan hacer nada para limpiarlos. Las pupilas quedarán ardidas y brillosas y sólo se verán haces blancos. Que la crema de enjuague se espese y pegotee en todo el cuero cabelludo. Que haya que arrancarse los pelos de a montones para poder quedar limpio. Tragar agua caliente y jabonosa que incendie los labios y la lengua. Quitarse la mugre de las uñas con un cepillo de cerdas filosas, que deje los dedos manchados de sangre y Palmolive. Que se empañe todo, que el vapor asfixie, que el piso se humedezca y sea probable resbalarse al primer paso. Que los chorros de agua insistan con penetrar la espalda. Y que el agua salga cada vez más caliente, incluso cuando se abra la canilla del agua fría. Aún más cuando se intente cerrarla. Pegarse un baño para terminar con moretones y frutillas en las rodillas, con poco pelo, con la boca roja, derrotado por knock out. Ponerse el pijama y arrojarse sobre la cama.
2 comentarios:
Muy bien. Es todo lo que se merece después de semejante hibernada.
Si escribís un best seller lo compro (imposible que no lo sea...) te vi el viernes en La Mulata... mirá que es chiquito el lugar y no nos saludamos...
esas pequeñas grandes distancias.
Un saludo enorme!
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