viernes, 29 de mayo de 2009

Horror es humano

No estoy aquí para juzgar ni criticar los hechos que comentaremos a continuación. Simplemente agudizaremos el ojo sobre uno de los principales problemas que nuestro país transita hoy día. Junto con el periodista y entomólogo Denise Puig elaboramos este informe que propone sondear las causas y consecuencias del aumento de muertes de extranjeros en Argentina. Según cifras oficiales, el 78 % de los extranjeros asesinados en nuestra tierra en los últimos tres años fue muerto debido a errores gramaticales. En su mayoría se trata de turistas [lo cual ha provocado un claro descenso en la recaudación de las últimas vacaciones (lo que generó un descontento por parte del gremio hotelero particularmente)] que visitaban el país invitados por amigos o tentados por avisos publicitarios.
¿A qué nos referimos con "errores gramaticales" y "extranjeros asesinados"? Por si usted no lee los diarios habitualmente, le comentamos que últimamente se han dado varios casos de asesinatos de personas que llegan a la Argentina desde su país natal, donde generalmente se habla otra lengua. Estos individuos, casi obligadamente, se comunican con nosotros, los argentinos, para poder conseguir un lugar donde vivir, un lugar donde comer, un lugar donde pasear. El inconveniente surge cuando al no poder comunicarse a través de su idioma (los argentinos no estamos obligados a conocer cada una de las lenguas del mundo, mucho menos si nos vamos a quedar viviendo acá) el extranjero intenta hablar español. Lógicamente existe un registro distinto, alguna letra que se pronuncia más fuerte, una acentuación algo corrida, pero hay casos más graves. Muchas veces el error gramatical es grosero, y el argentino receptor de esas palabras se brota. En un ataque (podríamos decir poco justificado) de defensa patriótica se descarga violentamente contra el extraño hasta, en algunos casos, provocarle la muerte.
¿Qué es lo que motiva ese accionar? ¿La culpa es del argentino o acaso el extranjero que desconoce el idioma castellano se está "suicidando" al hablarlo mal? ¿Qué hace el gobierno ante todo esto? No es nuestro deber responder estos interrogantes, sino simplemente analizar el contexto general del asunto. Pasaremos a continuación a observar una dramatización construida a partir de testimonios de testigos sobre uno de los primeros casos de "asesinato gramatical" en nuestro país, allá por 2006.

Dramatización
En un bar de Recoleta, sábado al mediodía. Entra un hombre flaco y rubio, con una remera que dice "Germany". Se acoda en la barra. Del otro lado, el dueño del boliche.
Alemán: Buenos días.
Dueño: Buen día. ¿Qué se va a servir?
Alemán: ¿Cuánto sale la agua?
Dueño: ¿Cómo dijo? ¿La agua?
Alemán: (haciendo el gesto) Botellita de agua.
Dueño: Ah. Botellita de agua. Tres pesos.
Alemán: Caro. ¿Podrías darme un poco de la agua en una vaso?
Dueño: ¡¿Sos enferrrmo?!
Moza: Espere Don Ramírez, que el señor solo quiere agua.
Alemán: Agua, sed. (hace el gesto)
Dueño: Hablá bien, ¡carajo! Que mis viejos se rompieron el alma para mandarme al colegio a que aprenda a leer y escribir y hablar y vos porque sos alemán te pensás que la tenés re clara.
Moza: Por favor Don Ramírez, bájese de la barra y suelte esa botella.
Dueño: ¡Cierren las puertas! ¡Que no se escape!
Alemán: Yo no querer problemas. Yo ir.
Dueño: Te la buscaste. Te la buscaste.

Creemos que la dramatización debía llegar hasta ahí y no continuar con la escena, ya que para conocer el final es suficiente con las fotos que salieron en los diarios. Los nombres de los personajes fueron modificados por pedido del juez.
Es de particular interés para el ingeniero Puig y para mi, que no se pretenda extraer de aquí ninguna opinión específica. Nos limitaremos a comentar los hechos y aportar testimonios sin intencionalidades. Por ello adjuntamos un texto extraído de una entrevista a Prima Scaserra, una italiana que sufrió la pérdida de su marido en manos de los "violentos gramaticales".

Yo soy profesora de español en mi país y mi sueño era conocer Argentina. Mi marido en ese entonces era Franco Di Coco, y se ofreció a acompañarme sin miramientos. Nos hartábamos de hablar de este próspero país y nuestros amigos y familiares nos encargaban cosas para que les lleváramos. Habíamos oído algo de los asesinatos por errores gramaticales, pero jamás pensamos que nos iba a pasar. Uno siempre escucha, pero hasta que no le pasa, no le pasa. Porque claro, si a uno ya le pasa, le pasó. A los dos días de estar en el país nos acercamos a un almacén de ramos generales, para conseguir dulce de leche. Era para la hermana de Franco que siempre pedía cosas. Muchas cosas. Por la cantidad de garotos que le llevamos cuando volvimos de Brasil tuvimos que pagar el exceso de carga. Pero eso es otra historia. Cuando estábamos en el almacén Franco no tiene mejor idea que dirigirse hacia el almacenero sin dejar que yo hablara. Le dijo "Quiríamos un tarro de dolce de leche". Ni bien terminó la frase me miró con un gesto de dolor, él se dio cuenta de lo que había dicho. Pero hasta que no te pasa. El almacenero lo tomó de la camisa y lo tiró al piso sobre el borde de la puerta, con medio cuerpo fuera y medio cuerpo dentro del local. Le hizo una seña a la chica que vendía los fiambres y ella bajó la persiana metálica rápidamente dividiendo a mi marido en dos. Si, es curioso que fuera la chica de los fiambres.

¿Qué mueve a tanta violencia? ¿Desde cuándo se ha sobrevalorado el respeto hacia nuestra lengua? Denise ha recogido el siguiente testimonio de un hombre que ha sido liberado luego de haber sido condenado como culpable de un "crimen gramatical".

O sea, nosotros no queremos que la gente esté muerta. Ni extranjeros ni argentinos ni extraterrestres. A ver, como te explico, ellos vienen acá a hablar mal. Es una provocación. O sea, no se los mata gratuitamente. Que se yo. Estamos defendiendo a nuestro país al fin y al cabo. Si vas a venir a mi nación molestate por aprender mi idioma a la perfección. Que se yo. No se puede. Porque así se deforma todo. O sea, el lenguaje. Los lenguajes, se deforman. Entonces mañana me van a hablar y no los voy a entender, a los que hablen mal. Porque deformaron el lenguaje de Argentina. Lo hacen de a poco. O sea, cada país con sus reglas. Hay países que si cruzás en rojo te mata un auto, ponele. ¿Y entonces? ¿Ahí que onda? Son sus reglas. Hay países que la gente muere porque hay tornados. ¿Le vas a hacer un juicio a Dios? O sea, acá son las reglas. Si no sabés hablar bien el idioma, te matan. Si no lo hacemos nosotros quién lo va a hacer ¿el gobierno? ¿Vamos a esperar a que lo haga el gobierno? O sea, no.

Aquí tenemos otra clave: el gobierno. ¿Qué rol debe cumplir el Estado? Intentamos comunicarnos con diputados y senadores para que nos den alguna palabra sobre el tema y no hemos recibido respuesta. ¿Los gobernantes callan cuando el pueblo habla? ¿Qué? Nada, nada. Por último queremos compartir las palabras del filósofo uruguayo Diego Nielsen, que reside en nuestro país. Él tiene un carácter de doble influencia en estos casos, ya que por un lado es extranjero y por otro lado habla castellano perfectamente.

Podrán decir que Belgrano era un asesino, pero eso sería solo contar una parte de la historia. Y correr el riesgo de comerse un juicio por algún heredero que se sienta ofendido. Creo que los mal llamados "asesinos lingüísticos" deberían elevarse al nivel de GUERREROS DE LA PATRIA. Un país se construye a partir de un lenguaje, dijo alguien. Por ende, se destruye a partir de la desaparición de un lenguaje. Más claro, échenle agua. Los argentinos no pueden dejarse bastardear por los extraños que se inmiscuyen en nuestro territorio de manera encubierta para quedarse con lo que nos pertenece. No nos dejemos vender espejitos de colores otra vez. Basta de permitir el uso y abuso de nuestra sintaxis. Lamentablemente nadie hace nada. ¿O acaso creen que en migraciones se evalúa el nivel idiomático que tienen los que llegan a este país? No, nada de eso, ¡patrañas! Defendamos nuestras raíces. Y si es necesario que corra sangre, Roma no se hizo en un día.

Opiniones en contra, opiniones a favor. El debate ya está abierto. Mientras tanto, en las calles argentinas continúa la inseguridad. Uno ya no sabe si al salir de la casa se estará hablando un idioma distinto, si ya se han ultrajado los artículos, si se ha perdido el sentido de las conjugaciones verbales. Con ese miedo vivimos los argentinos. Nuestras únicas armas, las armas.
Por último decidimos con el doctor Puig rescatar unas palabras de Prima Scaserra que nos hicieron ver las cosas de otro modo. Palabras que nos hacen creer que hay una esperanza, que hay una luz al final del hueco.

Debido al inconveniente del juicio tuve que quedarme en Argentina. Desde la embajada me asignaron un abogado. Cuando lo vi llegar a la oficina casi me muero. Un hombre con unos cincuenta años muy bien llevados, muy guapo, con aires de buen caballero. Nos veíamos seguido por el asunto del juicio, el cual perdimos. Nos empezamos a conocer de a poco. Y hoy día ya estamos casados, esperando una beba que seguramente se llame Malvina. Cada tanto extraño a mi familia, es verdad. Pero he decidido formar una nueva aquí. ¿Cómo? ¿Que si los asesinos gramaticales me cambiaron la vida? ¡Claro! Sinceramente, ahora me siento en mi mejor momento. Ya tuve una oferta para sacar un libro contando mi historia. La idea es donarlo a las escuelas de bajos recursos.


Diego Rosales

miércoles, 20 de mayo de 2009

Todo pasa siempre por un coso azul

Se te cayó algo azul, muy azul, del bolsillo.
No es mío, eh.
Pero yo vi. Se cayó de tu bolsillo.
Terminala.
Me lo quedo. Mirá que me lo quedo.
No es mío, así que hacé lo que quieras.

Al otro día Eduardo extrañaba a su coso azul que se le había caído del bolsillo. Por eso fue a lo de su amigo Dominique, que siempre encontraba la forma de quitarle la amargura. La casa de Dominique quedaba muy lejos de la ciudad pero Eduardo conocía el camino. Subido en su Citroën recorrió la ruta y al llegar a la puerta de la casa suspiró tranquilo al ver a su amigo sentado en su banqueta. Estaba leyendo un libro y al oír el ruido del motor levantó la vista. El brillo del sol le encegueció la mirada por unos segundos hasta distinguir la silueta de Eduardo.
¿Dónde es que lo perdiste?
Se cayó.
Dónde.
En el parque.
Lo dejaste.
Hacete unos mates.

La mujer de Dominique era sordomuda y dormía en la otra habitación. A pesar de eso hablaban bajo. Para espantar a los mosquitos habían colocado un espiral que llenó la casa de un humo oloroso. Eduardo sentía ganas de llorar entre mate y mate, por eso apuraba la cebada. Dominique lo entretenía hablándole acerca de un soldado que lo había visitado el día anterior. Un amigo del padre. El soldado no podía dormir tranquilo desde hacía años porque cada vez que cerraba los ojos se le cruzaban crudas imágenes de lo vivido en la guerra.
¿En qué guerra?
En una que estuvo él y que estuvo mi viejo.
¿Cuál?
No se. Una entre franceses y otros. Creo.
¿La franco-prusiana?
Te digo que no me acuerdo.
No. No puede haber sido esa.
Capaz que no eran franceses.

En el colegio, Nicolás les mostraba a todos sus compañeros el coso azul. A ninguno le llamaba la atención porque no servía ni para jugar a las bolitas ni para comprar golosinas. Pero la señorita Nora sí le prestó atención y puso el grito agudo en el cielo. Apretándole fuerte la oreja lo llevó a Nicolás y al coso a la oficina de la directora. Que no podía ser, que eso de dónde lo había sacado, que esas cosas no son para un chico de su edad, que iban a llamar a los padres, que tampoco se pensará lo que se cuanto.

Claramente Eduardo no lloraba por el soldado. Es que cuando la mujer de Dominique se levantó de la siesta con su camisón rallado y se acercó a su marido para preguntarle dónde estaba la pava, a Eduardo se le hizo un agujero en el pecho. Sintió como que se ahogaba. Y el maremoto de lágrimas reprimido empezó a evacuar por los bien llamados lagrimales sin poder controlarlo. Por suerte Dominique no le daba gran importancia, lo cual permitía que Eduardo siguiera con su moqueo cuasi infantil. La mujer se hizo la superada y decidió cambiar el espiral ya agotado por uno nuevo. Afuera un perro ladraba. Dominique lo hizo entrar. Ensució toda la alfombra y la mujer enfadadísima con el can y con su marido empezó a golpear a ambos con el libro que antes él leía. Eduardo lloraba pero ya sin saber qué pasaba a su lado. Extrañaba algo azul.

El camión de la basura hacía su recorrida de siempre, lenta y ruidosa. Los basureros actuaban coreográficamente bajando y subiendo del camión, corriendo hacia los canastos y arrojando las bolsas cual deporte olímpico. A uno de ellos le llamó la atención que en la gigante bolsa de residuos del colegio estatal sobresaliera uno de esos cosos azules. Se lo mostró al chofer del camión, que con un guante lo agarró y lo ató al espejo retrovisor.
De estos ya no se consiguen.
¿Lo vas a dejar ahí?
Claro, de estos ya no se consiguen.
Cualquier cosa avisame, porque me gustaría tener uno de esos.
Llevalo, lo encontraste vos al fin y al cabo.
No. Está bien. Tengo miedo de romperlo. Más de lo que está.

Gracias a la paciencia de Dominique, Eduardo pudo quedarse a dormir en su casa. Recostado en el sillón. Estaba tan cansado que no tardó en dejarse llevar por el sueño. Y se encontró allí con un soldado que corría y gritaba por sus compañeros, de nombres franceses. Detrás del soldado una tropa de prusianos se acercaba al galope. Eduardo corrió por una calle de barro, que después era una ruta, que después era el patio de un colegio. Era el patio de un colegio. La directora sermoneaba a todos con el dedo índice. Pero de repente un bocinazo y Eduardo se dio vuelta. Otra vez era la ruta. O no. Pero si no era la ruta el camión de basura había entrado al colegio y se acercaba hacia él a mucha velocidad. Eduardo pegó un salto y terminó aplastado contra el parabrisas, con su cara pegoteada en el vidrio, con sus ojos observando como un coso azul colgaba del espejo retrovisor.

sábado, 16 de mayo de 2009

Frío, tibio, caliente

Enchufá la heladera o se pudre todo.

martes, 12 de mayo de 2009

Alto contraste

Te pido perdón por no poder controlar ciertos impulsos. Es que es una manía que tengo siempre, la de no adaptarme al registro correspondiente. Será una cosa de contraste, no se. Para llamar la atención. Tengo que aprender a manejarlo, porque vos bien decís, que llega un punto en que el otro se agota. Como vos ahora, que te agotaste. Por eso te pido perdón. Me doy cuenta medio tarde de algunas cosas. No es que me arrepienta tampoco, pero lo pienso bien y noto que me equivoqué. El otro día por ejemplo. Cuando me dijiste que querías casarte conmigo. Estabas emocionado, medio moqueando, con la alianza que usó tu vieja entre los dedos. Las velitas muy lindas, creaban un clima adecuado. La cena había estado fantástica también. Pero que querés. No lo pude evitar. Me puse a hacer rimas sobre nuestro futuro. Si me pedís casamiento, te mudás a mi apartamento. Que ojo tuvo Cupido, mañana me compro el vestido. En la cena serviremos tarta, no quiero que vaya tu tía Marta. Vos elegite un buen vino, porque a mi me toca seleccionar a los padrinos. En el momento creí que nos estábamos divirtiendo juntos, pero después, a la semana, recapacité en que vos esperabas otra respuesta. Como si no me conocieras. Tampoco sabía si te habías enjado por el hecho de desviar la situación, o si te molestaba el contenido de las rimas. Convengamos en que si bien era apropiada, la última rima era fuerte: Aunque tu viejo es inepto, yo te digo que acepto. Claro, vos ahí en vez de alegrarte te paraste y te fuiste a la cocina, golpeaste la mesada, medio que puteaste. Que se yo. Capaz que yo contesté así como una forma de descomprimir la situación. Mucha vela, mucha solemnidad, mucho llanto contenido de tu parte. Si al fin y al cabo lo divertido de casarse es la fiesta.
No me quiero justificar. Entiendo que a veces no respondo de la forma que "corresponde". Perdón por usar las comillas, se que te molestan. Es que yo también soy espontánea. Soy natural. Me sale así. ¿Te acordás cuando me viniste a contar que te ascendieron en el trabajo? Nos encontramos en ese restaurant porque me tenías que contar "algo importante". Y cuando me diste la noticia me salió de adentro ese llanto angustioso, con mezcla de graznidos. Se que te preocupaste, que me preguntaste si me pasaba algo. Pero en realidad no me pasaba nada. Te vi tan contento que no pude evitar que me invadieran esas ganas de llorar. No, no era de emoción. No me sentía para nada feliz. Creo que era porque me acordé de una nenita que había visto en la calle, que estaba con los cordones desatados. Me la imaginé tropezando y dándose de lleno la jeta contra las baldozas. Puede haber sido eso. Después de esa imagen mental, verte tan feliz, no se. Quizás te quise bajar a la realidad, inconcientemente. No se mucho de psicología. Pero tal vez intenté demostrarte que podés pasar del éxito al fracaso en un segundo. Como ir corriendo a la heladería y pisarse un cordón y caerse de boca al suelo terminando en la guardia de un hospital. De hecho a la semana te despidieron. Por la crisis. Y me llamaste llorando. Y yo, para no ponerme a llorar del otro lado y angustiarte más, te corté. Y me volviste a llamar. Te corté. Llamaste de nuevo, entre enojado y preocupado. Te grité. Te dije que me sentía presionada por vos y por la presión en general. Hiciste un silencio largo, como de un mes.
Lo que tenemos de bueno los dos es que no somos rencorosos. A la larga nos terminamos perdonando. Yo te extraño cuando no estoy con vos. Sé que vos también. Pero yo más. Por eso cuando me enteré que se venía el cumpleaños de tu hermana y me invitó, te dije de reconciliarnos. No tenía sentido estar peleados por esa tontería. Se que estuve mal, pero era una tontería. Lo que pasó en el cumpleaños también fue una pavada. Seamos sinceros. Cuando tu hermana pidió que todos dijeramos unas palabras para el brindis no pude evitar emocionarme y contarles a todos sobre la historia de mi viejo, y cómo fue su horrible enfermedad durante esos siete años. Lo padecimos todos en mi familia. Fue muy fuerte. Estábamos devastados. Así se fueron enfermando mis tíos también. Íbamos de hospital en hospital primero y de sala velatoria a sala velatoria después. Todavía no nos conocíamos nosotros. Mucho menos conocía a tu familia. Era un buen momento para contarlo. Tu hermana me dio el pie. Yo no tengo la culpa que después ninguno quisiera bailar en el carnaval carioca. Que dicho sea de paso, tu hermana se podría haber jugado un poco más con el cotillón. ¿Eran las sobras del cumpleaños de quince de la hija o me pareció a mi?
Igual te pido perdón. Reconozco que no soy la más oportuna. A veces me voy de mambo. Tampoco se si es el momento indicado. Entiendo que toda esta gente está acá para escucharte hablar sobre los balances de la empresa en este último tiempo, el trabajo que mal o bien hiciste desde que asumiste en este puesto. Pero era algo que lo tenía en la punta de la lengua y no podía esperar. Además seguro que volvés tarde a casa hoy y yo ando cansada porque en el gimnasio nos mataron. Ahora llego a casa me pego una ducha y muero en la cama. No te molesto más. Le pido disculpas al resto, que tuvo que escuchar todo esto. Pero que se yo. Yo en casa tengo que escuchar a mi marido hablar de ustedes y de todo el trabajo que le dan y de lo incompetentes que son a veces. Esta vez les tocó a ustedes. Bueno, me voy. Ah, me olvidaba, hoy me llamó tu mamá para comentarme sobre un lío que hubo con la policía y tu primo, pero le empecé a hablar en jeringoso y me cortó. Ahora entiendo de dónde salió tu carácter.

jueves, 7 de mayo de 2009

Te paso la posta

El otro día soñé que comía abejas. Desde el panal. Todos comíamos. Estaban como calcinaditas, crocantes. Un asco.
Me hizo acordar un poco a esta predicción.
Luego, pensando en que las abejas suelen realizar un recorrido en forma de ocho, recordé este texto reciente.
Más tarde, se me ocurrió que, existiendo tan buenos actores, importantes realizadores audiovisuales y reconocidos publicistas, este comercial era una burla indignante a la especie humana. Es agresivo.

No se puede quedar bien con Dior y con Galeano.

martes, 5 de mayo de 2009

Una de hermanos

Porque vos nunca tuviste nada. Y por eso creés difícil entenderme.
De chiquito no tuviste juguetes, ni regalos, ni cumpleaños. Algo triste para un pibe. Pero zafaste también de tener varicela, fiebre, dolor de oído o cualquiera de esas cosas. Yo en cambio me agarraba todas las pestes.
Creciste sin tener amigos. No tuviste ganas de tenerlos tampoco.
No tuviste ni un minuto de fama ni miedo al ridículo.
Tampoco sueños. Tampoco pesadillas.
No tuviste una idea, no tuviste tiempo.
Lo peor es que ahora te miro, después de tanto, y nada cambió. Pasaron años. Añísimos. Y vos no tenés un mango, ni dónde caerte muerto. Pelo no tenés, pero es algo genético, mirame a mi.
Tu piel no parece tener pasado. Tus ojos no tienen paciencia y ya están cerrándose.
No tenés gollete, hermano.
Pensarás cualquier cosa. Que a qué vengo yo a decirte qué. Que quién soy yo para aparecer y despotricar así. No se la respuesta.
Quiero que entiendas que no vengo a demostrarte nada. Mi intención no es refregarte lo que tengo por la cara. Pero es verdad que tengo. De todo. Tengo más cosas de esas que quiero despojarme que de las otras. Conseguí bastante. Y ahora tengo un perro con sarna, tengo un resfrío que no para, tengo un terreno, tengo un par de razones para sonreir, tengo un angustia que aparece de a ratos. También dejé de tener. No puedo, ni quiero, cargar con todo.
Tengo un hermano. Tengo un hermano que no tiene un hermano. Porque nunca quiso tener nada.
Te quiero dejar algo. Quiero que tengas algo. Hoy. Te dejo la última palabra. Ahora tenés algo, es tuyo, hacé lo que quieras. Tenés la última palabra, hermano.