martes, 27 de octubre de 2009

Hombrecito en blanco

Se que se está por poner en verde, pero cruzo igual. Corro el último pedazo de asfalto hasta llegar a la vereda. Y de a poco vuelvo a mi ritmo de caminata. Que es bastante rápido de por sí. Camino, camino. Paso por una librería y sin detenerme ojeo los libros que están en la vidriera. Camino. A paso veloz. Atrás mi socia, con sus piernas cortas intenta alcanzarme. Sosteniéndo su carterita que se le cae del hombro. Me pide que la espere, que camine más lento. Otra vez a cruzar. El semáforo no está a mi favor, pero no viene nadie y cruzo. Estoy caminando un poco más rápido que de costumbre. Ella me vuelve a gritar preocupada desde atrás. Quiere saber a dónde voy. Llego a la otra esquina. Avenida y los autos pasan por las dos manos a alta velocidad. Espero. No, no espero. Me quedo parado. Pero no espero. Porque no estoy esperando nada. Llega mi socia, me mira y busca en su cartera. Me da un pañuelo para que me seque los ojos húmedos. Me quiere abrazar. No la dejo. Hombrecito en blanco y cruzamos. Hombrecito en blanco. Mientras cruzo pienso en que soy un poco hombrecito en blanco. Tengo toda una avenida para cruzar y pensar que soy un cacho de carne, con bastante vacío. Me duele el pecho. Llegamos a la vereda y sigue el paso rápido. Mi socia taconea avergonzada. Pensando que la gente nos mira. La gente no nos ve. Ojalá nos vieran, socia, ojalá alguien nos viera. Vuelvo a cruzar una calle más tranquila. No corro. Pero parece que huyo. Mi socia me sigue. Parece que mi socia me sigue. Pero también huye. A mitad de cuadra me detengo. Me siento agitado. Me apoyo contra la pared y me dejo caer hasta sentarme sobre las baldozas cuadriculadas. Llega ella y se agacha, me pone las manos en la cara y me mira. Me besa la frente con fiebre. Vuelvo a llorar un poco más, para desahogar el pecho. Pasan segundos. Mi socia se termina sentando junto a mi. Saco un cigarrillo. Me da fuego. Fumamos. Mi camisa algo desabrochada, recién ahora me doy cuenta. Mi camisa arrugada, desaliñada. Mi camisa blanca. La camisa blanca del hombrecito en blanco. La socia que me abraza para no dejar que me sienta tan solo. Ella se siente en blanco a veces. Pero no quiere pensar en eso. Pasan minutos. Me pregunta si quiero volver. Me incita a que volvamos. Que nos están esperando, deben de preguntarse por qué nos fuimos así. Yo me fui. La socia me siguió. Y por eso se fue. Quiero seguir yéndome. Necesito caminar más. Cruzar unas calles más. Sentir un poco del viento y del sol. Caminar rápido. Que si caen lágrimas se vayan para atrás, que se confundan con el sudor. Pero no volver. No ahora. Hombrecito en blanco va a seguir caminando, socia. Hombrecito en blanco sigue avanzando para allá. Que no se si es adelante. Es otra dirección. La socia no sabe si acompañarme. Mira hacia atrás el camino que hicimos y se le hace un nudo en la panza. Socia, yo me voy. Socia se queda sentada y saca un pucho. Se va a quedar ahí un rato más. Hombrecito en blanco la despide y vuelve a avanzar. Camino, camino. Hasta que llego a una plaza y me desvío por la diagonal.

3 comentarios:

El Profe dijo...

La verdad, debo decirlo muy grafico y artistico digno de una historieta de imagenes con diversos puntos de vista y juegos de cámara. ¡Buenisímo! ¡Abrazos!

santi dijo...

GENIAL.
para mí tiene mucho de Castro, desde que parece que sucede en La Plata hasta el ritmo. avanza rápido, no se detiene. puntos que cortan constantemente las oraciones y suenan como los latidos del corazón del hombrecito en blanco.

el cambio de foco, una persona que habla en primera persona y después una tercera persona que habla de esa misma persona y en UN MISMO PÁRRAFO, es muy de cine. me gusta, da la sensación de una cámara que se aleja.

Hombrecito en blanco más que una historia es puro ritmo, ritmo de ciudad, de necesitar aire y no poder parar. Igual no me dan ganas de frenar, sino de correr, así esta vez no llego tarde.

La Ruiva dijo...

Yo ya me sentí asi.
Que gráfico!