martes, 30 de septiembre de 2008

El Dr. Vainilla y sus técnicas de marketing

Para no dejar de recibir consultas, el Dr. Vainilla cree que mejor que un buen diagnóstico, es una excelente atención al público. Por eso elabora estrategias para que sus pancientes salgan con una o más sonrisas de su consultorio. Y hasta ahora nadie le ha podido discutir nada.
Cansado de ver como muchos pediatras les regalaban chupetines a los pequeñines que salían de atenderse, el Dr. Vainilla regala motocicletas 0 km a los primeros ocho pacientes de la mañana. Con el resto hace un sorteo por un viaje a Acapulco. Una vez lo ganó una prima suya y se armó un escándalo. Hasta salió en los noticieros.
Su estetoscopio termina en un par de parlantes. Con el ritmo cardíaco del paciente genera una base sonora que se complementa con la música que crea un DJ, dando como resultado un ambiente tecno bastante agradable. Muchos músicos se han ispirado en esas improvisaciones musicales, generando éxitos tales como "Yo no quiero media novia".
La secretaria que acompaña a los pacientes en la sala de espera es una actriz alemana que interpeta textos de Lorca. Suele llevar vestuario y escenografía para crear escenas más reales y se involucra con los enfermos para hacerles olvidar sus pesares. El currículum de la alemana es bastante amplio e incluye dramatizaciones en simulacros de incendio. Su problema, por razones idiomáticas, es pronunciar correctamente los diptongos.
La camilla del Dr. Vainilla tiene colchón de agua, la paleta para explorar la zona bucal es de chocolate blanco, las recetas las escribe en postales de lugares del mundo, hace chistes antes de inyectarte una vacuna y su delantal funciona de libro de sugerencias.
Según cuenta la leyenda, en un enero de mucho calor, un marplatense se intoxicó con mariscos de manera intencional para poder se atendido por el Dr. Vainilla, que paseaba con su consultorio por los balnearios de la zona.


Creer, reventar o discutirlo en clase.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Trip

Todavía no hay definición de tiempo y distancia que haga juego con lo que realmente significa que te vayas para allá.
Goodbye. Good luck.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Plano general. Vemos a Juan José en una cocina amplia, de espaldas, preparando una ensalada. Está cortando una zanahoria en fetas de zanahoria. Cambio de ángulo y vemos en un plano cintura entrar a Mariana. Se detiene sobreactuadamente unos segundos al verlo a JJ, que ni la registra. Se sienta en una butaca, de espaldas a él y apoya sus brazos en la barra. Juanjo deja sus quehaceres. Primer plano a él.

Juan José- ¿No querés cortar la cebolla?

Primerísimoprimerplano a ella.

Mariana- Como te gusta darme razones para llorar.

Corte.



Listo, ya tengo la primera escena para empezar a crear mi telenovela de la tarde.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Del color del cielo, del color del mar

You live in the cielo.
I live in the bote.
I can remar but I don´t vuelo.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Confusa

Se confundía a los autitos chocadores con los coches-bomba. A los caramelos con los chicles. Al índice con el anular. Se confundía la sal y el azúcar. Se confundía entre Leslie Nielsen y Steve Martin. O entre las avispas y las abejas.
Era poco atenta. Pero feliz.


Se le vino su alegría abajo cuando todo se aclaró.

domingo, 7 de septiembre de 2008

El domingo atacó por la espalda

Ego & I - My Diet Pill

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Lo charlo con la almohada

Visto y considerando que entre la almohada y yo estamos sufriendo una crisis, ella duerme en la cama y yo en el sillón del living. A ver si ahora se le ocurre decirme qué tengo que soñar y qué no. Está bien, confieso que no le he cambiado la funda durante un largo tiempo. Pero eso no le permite el trato tajante que ha tenido conmigo. Hacerse la viva de esa forma. Taparme los oídos para que no escuche el despertador. Gente grande. Tuvimos una charla profunda una noche de insomnio compartido. Prometimos cuidarnos y protegernos mutuamente. Pero lo suyo fue pura espluma. Y a la primera de cambio empezó a amanecer tirada en el piso. Nos echábamos la culpa el uno al otro, y naturalmente yo sabía que nunca la había arrojado al piso. Y la muy sucia se hacía la víctima, y me mostraba la etiqueta donde marcaba los años de vida útil que le quedaban. Muy pocos. Pero no era excusa.
Así tomamos la decisión. Ella en la cama, yo en el sillón.