miércoles, 15 de agosto de 2007

Sin maquillaje

Todo se convierte en susurros, en caricias, en agitaciones.
Pero hay algo que cuelga, a punto de caer.
Un aroma raro en ese lugar, como un anuncio, una advertencia. Pero se deja ver. Con sólo un ojo, pero se deja ver.
La boca, las manos, la piel. Se funden. Se confunden. Se pierden. Se deshacen.
Todo dura un segundo. O más. O menos.
Se exalta y se achica, se encoge. Se hace enero y comienza. Se termina en un instante. Te llena por un segundo. Te vacía.
Algo va a caer, va a golpearse. Todos lo ven.
Y se convierte todo. Se transforma todo. Se reduce todo. Cambia todo. Pero todo vuelve a la normalidad. Tan extraño y tan normal.
Puede pasar desapercibido. Hipócrita.
¿Qué se puede esperar?Si no vuelve ese momento. Si nada es ya susurro. Si lo que se encontró volvió a perderse. Si amaneció.
Solo esperar que caiga. Que sea de noche otra vez.
Para arriesgarse, perderse, caerse un poco más. Ver si es es eso, o si es otra cosa. Pero tocar el suelo, el cielo. Una vez, ya.


Esto lo escribí un enero, y volviéndolo a leer decidí publicarlo, para permitirle nuevas lecturas.

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