lunes, 23 de noviembre de 2009

Experimento verbal

-¿Qué hacés, mostro?
-Asusto.

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Mientras te lavabas los dientes en el espejo, el reflejo te miraba con ánimo desesperanzador. Mañana de lunes, qué le ibamos a hacer. El despertador seguía sonando en la pieza, porque se repite cada cinco minutos a menos que le destrabes la trabita de atrás. ¡Esos pelos! Humedad sin piedad. A peinarse con peine y voluntad furiosa. ¿Cómo arreglar esa cara tan temprano? Te calzaste el jean y afinaste tu silueta con el cinturón. Café calieeeeenteeeeee quema la lengua y puteás, pero bajito, que sirve igual.
Afuera no llueve. Pero no hace calor, pero no sale el sol, pero no corre aire. Está pesado. Y caminas lento pero apurado. El diariero te saluda, porque le encanta hacer de cuenta que te conoce y recordarte de alguna forma que no se olvida de tu cara, por ende no se olvida de que le estás debiendo dos pesos de la revista Barcelona que compraste el mes pasado. Pero como te da la cara para mirarlo, sonreírle y seguir caminando, todo sigue como antes.

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Trabajar en un bar está bueno. Si pudieses consumir algo de todo lo que vendes sin tener que pagarlo. Pero tener que pasearte con medialunas toda la mañana y nisiquiera obtener un mínimo descuento es un tremendo garrón. Lo siento mucho. Realmente. Porque además, si tuvieras un mínimo descuento iría más seguido a comer ahí y de paso te saludo. Pero es tan caro. No me alcanza más que para el café solo. Literalmente solo, porque ni vos te sentás un ratito conmigo. Por eso no te visito tan seguido. Tenés suerte de que te llevas bien con los otros mozos. Y con la única moza. Se nota que se llevan bien. Soportan juntos la intensa mañana de Buenos Aires, con las delineadas cara de ojete de los porteños oficinistas. Fah. Que laburo ese. ¿De qué trabajas? De soportar cosas de la ciudad. Ja. Cuando pueda paso a visitarte.

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Saliste de trabajar como media hora más tarde. Pasaste a buscarme como media hora más tarde. Hablamos como media hora menos. Me fui a trabajar puntual. En esa media hora que nos faltó creo que me tocaba hablar a mi. No tenía mucho que decir. Y me fui. Porque si no llegaba puntual me iban a mirar mal toda la tarde. Entre el encargado forrro y la enanita tarada se iban a encargar de cagarme la tarde. Qué puteador estoy. Debo estar descargando.

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Tenía que decirte, en realidad. Muchas cosas que no alcanzan en media hora. Pero tampoco te las iba a decir. Porque no me pasan de los labios. Te juro que llegan a la boca, se disuelve en la saliva y las trago. Pff. Asco. Porque saben a asco esas palabras. Para eso no te las digo. Porque vos tenés suficiente con la mañana de pelos impeinables, con el despertador de sonido eterno y con los ciudadanos porteños. Pensé en hacerte un regalo sorpresa. Pagarle al diariero los dos pesos que le debes. Pero vas a salir con tu espíritu anti-capitalista a cagarme a pedos. Sigo puteando. Mañana a la tarde paso por lo de tu hermana a llevarle los tachos de pintura. Si tenés ganas pasá y tomamos unos mates. Porque solo con tu hermana no me puedo quedar mucho porque se pone nerviosa al no saber de qué hablar. Por mi nos quedamos callados mirando el techo.

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Cambio de planes. Tu hermana no está mañana, así que le dejo los tachos a tus viejos. Ahí no creo que quieras ir. Ellos me adoran igual. Así que si no te molesta me quedo tomando unos mates. Odio los lunes.

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¿Lo leíste? Por favor. Despertarse con esa noticia no da. Pobre pibe. Ahora me da cosa tomarme un taxi. Uno no quiere desconfiar de todo el mundo, pero viste como es. Tampoco quiero tomarme un taxi y que me pase algo y después que todos digan "¿no viste las noticias?". Si, las vi. Pero no las tragué. Las vi. Si, ya se que no tiene nada que ver. Llamala a la flaca después, o a la familia. Solidarizate. Decile que cualquier cosa que necesiten las vamos a ayudar.

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Te cambiaste en el vestuario rapidísimo. Cuando yo llegué ya estabas casi listo. Tan mal no habías jugado. Me saludaste sin entusiasmo y te fuiste caminando rápido. Llegaste a tu casa y pusiste un dvd de esos que a mi no me gustan, una peli de terror gore. Sangre, sangre, sangre. Creo que por ahí largás todo tu lado oscuro. Dicen eso. Que uno tiene un lado claro, otro oscuro. Y a veces se maneja con uno y a veces con otro. Mi lado oscuro sale cuando me enojo. Ahí agarrate. Después vuelve la claridad. Tormenta tormenta rayos relámpagos tormenta... luego el sol y el cielo celeste transparante. Te fuiste a dormir temprano porque al otro día era lunes de mierda otra vez. Sabés que es así. O hacés que es así.

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Te quedaste medio dormido, por suerte el despertador suena y suena y suena a menos que destrabes la traba esa que tiene atrás y que nunca destrabás. Apenas pudiste acomodarte la cara para parecer normal y saliste corriendo. El diariero no te saludó y ni te diste cuenta. Llegaste rápido al bar y ahí los mozos. Todos con cara de lunes. Seguro esta tarde paso y te pido un café solo.

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-¿Qué hacés, máquina?
-Trabajo

miércoles, 11 de noviembre de 2009

En el aire

-Usabamos cassete virgen, de los de sesenta minutos.
-¿Cassete? No te puedo creer.
-Si, el compac era una joya en esa época. Tenías compac pero para escuchar, no para grabar.
-Claro.
-Ahí grababamos una especie de programa de radio. Muy trucho. Yo era la conductora, Marcos el locutor que hacía los anuncios y Meli era la invitada. O la que llamaba por teléfono. Cortábamos a cada rato porque nos tentábamos por cualquier cosa. Sinceramente no se que era lo que nos hacía reír tanto. Como que nos poníamos nerviosas.
-¿Y de qué hablaban?
-La invitada era casi siempre una cantante de centroamérica. Y le preguntaba por su familia, sus hijos. Y sino, la que llamaba por teléfono halagaba la voz del locutor. Marco se ponía colorado, el boludo. Yo me hacía la celosa. Como siempre que le dicen algo a Marco.
-Lo se. Lo viví en carne propia.
-Bueno, mi hermanito.
-Qué lástima que no se pueden escuchar.
-¿Los cassetes?
-Si.
-Si se puede. Esperame que los busco.
-¿Los tenés? Me muero.
-Si. Están acá en la biblioteca.
-Marco nunca me dijo una palabra. Capaz que ni se acuerda. Los varones, cuando les conviene, no se acuerdan.
-Están en esta caja. Es un lío. Fotos, postales, souvenirs... ¡acá!
-¡Son un montón!
-Teníamos tiempo al pedo. Espero que el minicomponente los agarre.
-Cuidado. Porque el mío andaba medio flojo y me cagó un par de cassetes de Serrat.
-Ahí agarra. Shh.
...fue increíble. A menos de dos días de haber sido asaltada en su casa de Mar de Ajó, Silvana Del Moro fue brutalmente golpeada por unos ladrones en la esquina del teatro donde trabaja, en plena capital porteña. Para asombro de...
-
Pero...
-Esa soy yo.
-Esa es la radio.
-No boluda, soy yo. Andá a saber de dónde saqué eso.
-El cassete no está girando y ahí en la pantalla aparece el número del dial. No me tomes el pelo.
-Shh. Esperá que lo adelanto a ver si aparece Marco.
-Le estás cambiando el dial, no soy tarada.
-...todo igual? Es el derecho que tiene todo ciudadano a circular libremente.
-¿Sabe usted el motivo de la marcha?
-Según tengo entendido están pidiendo un aumento, o reclamando un pago atrasado. Pero lo que pasa acá es que se ponen al pueblo en contra. Porque a mi ahora en vez de importarme lo que piden me importa llegar a mi casa y me dan ganas de que no les den nada. Porque no es la forma. Que hagan una marcha como la constitución manda y me dejen tranquilo como ciudadano.
-
Qué graciosa Meli. Me había olvidado de esto.
-¿Y qué responsabilidad le cabe al gobierno?
-No se. Pero parece que no les interesa nada. Que pongan límites. Porque acá terminamos matándonos entre todos. Yo también tengo derechos. Me siento secuestrado. No puedo llegar al trabajo.
-
Andá a saber de donde sacó eso Meli. Esperá que adelanto así escuchamos a Marco.
-Basta. No me causa gracia.
-Dale boba, si es un segundito.
-No me gusta.
-¿Y a qué número puedo llamar Gonzalito?
-Al 0601-4770.
-Contestá nuestra consigna y participás del sorteo por la orden de compras en Abasto Shopping. Apurate a llamar o mandar mensajitos al asterisco 666. ¿Con qué seguimos Gonzalito?
-Algo que dudo que te interese Andrea, el resumen sobre la fecha futbolística del fin de semana.
-
Este Marco, siempre igual.
-Si. Dejá.
-No, quiero escuchar este otro. Creo que era tipo un programa de música.
-Ya fue Aldi, mejor tomamos unos mates.
-Esperá. Así después tenen de qué forma amenazar a Marco. Le decís que vas a hacer conocidos estos cassetes.
-Claro.
-A ver si este agarra.
-...sin moverte de tu casa. Es ágil y cómodo. A la hora de pagar las facturas, bank on line, es la solución.
-Qué nombre más malo que le poníamos a los productos. Que suerte que no estudié publicidad después.
-Llevas a los chicos al colegio, te la pasás haciendo mandados, volvés a casa destruida y no te queda fuerza para más. Letinium Pro es la nueva propuesta de Lácteos Rayo de Sol para que termines el día con la misma energía que lo empezaste. Tomate uno a la mañana, otro a la tarde y otro a la noche, y disfrutá la vida como se debe.
-
Decime si tenemos que envidiarle algo a las radios de ahora.
-No claro, nada.
-Qué barato nos divertíamos.
-Si. Vamos a tomar mate, dale.
-Esperá, ese es Marco...
-Dos pibes de quince años asaltaron a una panadería, redujeron al personal, se llevaron la plata ¡y se llevaron una tarta de coco! Insólito. Nuevamente los adolescentes chorros en la mira. Tenemos un móvil en el lugar del hecho para comunicarnos con la dueña de la panadería. Te escuchamos... te escuchamos por favor. El móvil parece que no está funcionando. ¿Hola? ... Te escuch... ¡dale Meli! ¡Hablá! ¡Te toca!
-Pfffffjaaaaaa estoy tentada.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Visitas nocturnas

Le está poniendo un parche a un jogging. Cose. Se pincha un par de veces, no usa dedal. Pero tiene dedal en el costurero. El bebé llora desde el cochecito. Por el olor, se sabe, se hizo caca. Habría que cambiarle el pañal. Pero primero terminar con el parche. Otro pequeño pinchazo. Ruido de llaves. Alguien entra a la casa murmura un saludo y pasa directamente a la habitación. Baja la persiana y se tira en la cama vestido. Vestido para dormir.

Después de cambiarle los pañales el bebé no parece tan molesto. Sentado en el piso de cerámicos juega con un librito para colorear. Lo abre, lo cierra, lo tira. Lo pinta y se pasa de la raya. Ella puso el agua en la pava y espera al lado que no llegue a hervir. Se escucha un celular en la pieza. El dormido lo atiende y habla. Habla dormido. Cuelga. El agua ya está y ella prepara los mates.

El dormido se levanta completamente despeinado y va al baño. Pisa un crayón en el camino. El bebé está masticando una masita con sus dos únicos dientes mientras se ríe de unos dibujos que ve en la tele. Son tres bichos que viajan en una nave espacial multicolor. Ella se terminó la pava y mira por la ventana. Las nubes están grises.

A la hora de la cena están los tres sentados alrededor de la mesa. El bebé en su sillita alta, toma su leche del vasito con tapita. El dormido, que sigue dormido, mira en la tele el resumen de los partidos. Ella se concentra en su sanguche de milanesa. Suena el teléfono. El de la casa. Los tres se miran. El dormido apaga la tele y se va corriendo a la habitación. Ella se quita la pollera y se pone el jogging con el parche. El bebé se baja de la sillita alta y se acerca al inalámbrico. Atiende. Habla poco. Si, si, aham, claro. Corta. "Están por llegar".

Suena el timbre. Se escucha un trueno y las primeras gotas que caen. Suena el timbre de nuevo. Ella va a atender. Entra el intendente junto a dos policías armados. Camina hacia el comedor. Observa el costurero y da una orden para que los policías lo revisen. Encuentran un dedal. Miran la mano de ella, con los índices marcados por los pinchazos con la aguja. El intendente la toma por el cuello y la empuja contra la pared. Afuera el viento se escucha más fuerte cada vez. Los policías le apuntan a ella, que se muerde los labios para no hablar. No piensa decir nada. El intendente le pega una trompada. De la pieza, desesperado, sale el dormido, más despierto que nunca. Ataca por la espalda a uno de los policías obligándolo a tirar el arma. El otro policía está a punto de dispararle cuando el televisor se enciende solo y los tres bichitos que viajan a por el espacio empiezan a cantar a todo volumen. El policía se altera y dispara al televisor asustado. El intendente toma el arma que está en el piso y apunta al dormido. "¿Dónde está?". El dormido saca un pedazo de sandwich de milanesa del bolsillo y empieza a comerlo, esperando su final. El intendente dispara. El dormido cae. Del techo empieza a caer una gota. Se filtra. Uno de los policías corre hacia el pasillo. Tropieza al pisar el pañal que estaba en el piso y cae. El intendente y el otro policía van detrás y ven una puerta en el fondo. Se acercan lentamente. Atrás, sin hacer ruido, los sigue ella, caminando de rodillas. Ellos casi al lado de la puerta, caminan más despacio. Ella lanza un alfiler a la pierna del policía, que cae pegando un grito de horror. El intendente se da vuelta y sin dudarlo dispara sobre la frente de ella. La mira con goce macabro. La puerta se abre detrás de él, y en la silla alta, el bebé. "Los estaba esperando".

Afuera la lluvia empieza a calmarse.