miércoles, 29 de julio de 2009

Polvos

No pensaba en bajar del coche. Le temblaban las manos que, aún con el auto apagado, estaban sobre el volante. Pensó en su respiración para concentrarse. El aire que entra por la nariz, que pasa por su cuerpo, que limpia su interior y sale por la boca.
Se llevó otra masita a la boca y asintió a su empleada con un gesto de aprobación. Los bocaditos dulces estaban aprobados. No le molestaba estar más preocupada porque el servicio estuviera correcto que por la persona que estaba siendo velada. Le molestaba que la gente se diera cuenta.
El mozo se acercó a la mesa y Manu le entregó el billete de cincuenta diciéndole que se quede con el vuelto. Mica no tenía ganas de quedarse allí por el olor a carne asada. Detestaba sentirse mal cuando salían a comer, pero no podía evitarlo. Manu la entendió y por eso se puso de pie en seguida y tomó su abrigo.
Con la frazada hasta el cuello y la mirada en el techo. En la tele no había nada y el sueño parecía haber desaparecido en esa siesta. Recordar que debía levantarse a las siete no ayudaba a cansarse. Vero revisaba con la vista el estante. Buscaba discos intentando creer que entre tanto punk, rock, heavy, podía encontrar algo que la ayudara un poco. Ni cerca de un arrorró.
Se había dormido contra el volante. Se despertó ya de día, asustado. Se observó en el espejo retrovisor los ojos lagañados. Bajó del auto sin debatirlo en su cabeza y observó la sangre en el paragolpes. Observó a los costados de la ruta y la ausencia de cualquier tipo de humano lo tranquilizó. Aprovechó para llorar.
Todos lloraban en la habitación del cajón, y también en el living. Pero en las otras habitaciones todo estaba tranquilo. En la cocina las charlas eran mucho más amenas, completamente ajenas a lo que los reunía a todos allí. Pero Elba no podía dejar de pensar en que el café debía saber riquísimo y que todos debían probar las palmeritas. Hasta que llegaron los D´alessandro con la corona de flores.
Mica le corrió la mano sin sutilezas y le dijo ahora no. Él insistió. La había tratado como una reina todo ese tiempo pero ella parecía no querer rendirse ante él. Seguían caminando y Manu la abrazaba con fuerza, apretándola contra su cuerpo. Cuando Mica vio que estaban cerca del edificio se tranquilizó. Cuando Manu notó lo mismo, la empujó contra una pared, tapándole con una mano la boca y con la otra sosteniendo sus muñecas.
Se abrazó a Pety, la muñeca que le habían regalado de chica, y rezó para que le alcanzara un poco de sueño. Las pastillas no habían funcionado y necesitaba dormirse de una buena vez. No sabía si el deseo se le estaba cumpliendo y mágicamente había caído en la pesadez entregándose al mundo onírico, o si verdaderamente la mano de la muñeca le estaba acariciando la cabeza.
Haber pasado la noche durmiendo sobre el volante de su auto, sumado al estrés de recordar el accidente, hacían que en su cabeza retumbara un zumbido. Volvió por la ruta, retomando el camino por el que se había desviado la noche anterior. Se le ocurrían varias excusas para crear al llegar a su casa. Pero a la vez sabía que ninguno de sus compañeros de hogar se había preocupado en lo más mínimo por él. Frenó instintivamente al llegar al lugar del hecho.
No había lugar. ¿Cómo les iba a decir que no había lugar para colocar la corona? Ya está. Ya lo había dicho. Los D´alessandro disimularon el enojo y dejaron la corona en el patio de atrás. Todos miraban con asombro la situación. Elba se odió por un instante. No podía haber olvidado ese detalle. Sentía como el murmullo general crecía en sus oídos y percibía que el comentario general era que no podía ser tan bruta de haberse olvidado de comprarle una corona al pobre tipo.
No era ningún pobre tipo. Había intentado abusarla a media cuadra del departamento. Pero Mica no podía dejar de sentirse culpable. "Por suerte pasaban esos chicos por ahí" dijo el padre ante los micrófonos de unos medios "Yo también lo hubiera cagado a trompadas a ese pendejo". Mica sentía una incomprensible culpa.
Sentía una comprensible culpa. El perro seguía ahí echado. Con la sangre seca entre sus pelos. No quería bajar del coche cuando ya lo había hecho. Dudaba de envolverlo en un diario y colocarlo en el baúl. Ya estaba lejos. Bajó nuevamente del auto, abrió el baúl y sacó al perro. No lo enterró. Con dejarlo entre esos matorrales le alcanzó. No sabe aún si por cobardía o por qué, le quitó el collar y lo guardó en la guantera.
La noche ya había sido larga. Pero todos temían irse. Verla a Elba sentada en la escalera, completamente destrozada, sin poder detener el torrente de lágrimas, había conmovido a todos. Jamás la habían visto tan angustiada. Pero claro, no se está preparado para ver a alguien tan cercano seco en un cajón. Elba moqueaba de sólo pensar que los brownies se le habían quemado mientras llamaba por teléfono para conseguir una corona más grande que la de los D´alessandro.
Mica fue a la casa de sus padres a darse un baño. Su padre no podía parar de putear. Ella se metió en su pieza y las vio a Vero y a Pety abrazadas en la cama, con los ojos cerrados. Sin hacer ruido se eligió una remera, un pantalón y ropa interior. Necesitaba darse un baño para quitarse la noche tensa de encima. Todavía sentía el olor a carne asada en la ropa, en la piel. "No tenés la culpa Mica. Después vení a dormir conmigo" se escuchó desde la cama. "Está bien Pety, me baño y voy".

jueves, 23 de julio de 2009

Cuidemos la noche

Bebamos el vino antes de despertar
y así hacer el sueño más profundo.
Que la luz de la calle dibuje árboles sobre los adoquines.
Mientras tanto duerme sobre el pasto,
que tus párpados serán regados con el rocío.
Cubierto por el manto estrellado
un pecho se hace abrojo de otro pecho.
Circula en el aire una melodía serena.
Llegan invitados a sus reuniones
donde regalan gestos de amabilidad.
Alguien cabecea frente al murmullo de una radio.
Se abren puertas de despedida, tal vez no cierren.
Muere una carcajada rebotando en un departamento de dos por dos.
Otros bailan, otros creen que bailan.
Dejemos en la sábana tibia
todo lo que nos sea ajeno.
No abrir los ojos nos ayuda a ver mejor la noche.
Es noble prepararse un café a esta hora
mientras desde la estufa pensamos
en qué otro sueño podemos despertar.

martes, 14 de julio de 2009

Desencuentro en formato vertical

Te acercaste al edificio con la cara contenta. | Salía él del F corriendo.
PBSubiste al ascensor. | 5Él entró en un ascensor que iba hacia abajo.
1Te mirabas los ojos en el espejo. | 4Le temblaba la mano en su bolsillo.
2Acomodaste el cuello de tu blusa. | 3Pensó en vos. Cerró los ojos con fuerza.
3Apagaste el celular. | 2Miraba los números del tablero como si así fuera a acelerar la velocidad.
4Pensaste en él. Sonreíste. | 1Contó con los dedos las monedas sin sacarlas del bolsillo.
5Llegaste|PBAbrió la puerta con velocidad.
Tocaste el timbre de su departamento. | Él corrió hasta la esquina. Hasta el teléfono público.
Con tu mano derecha acomodaste un mechón caprichoso. | Las monedas de a una. Marcó tu número.
La puerta F que no se abría. | El contestador que avisaba que estabas apagada o fuera del área de cobertura.
Vos diste un timbre más, algo resignada. | Él probó el número otra vez.
|
|
5Subiste al ascensor.|PBMarcó su piso.
4No te quisiste mirar en el espejo.|1Se lamentó por las últimas monedas desperdiciadas.
3Pensaste en él.|2Dio una patada a una de las paredes.
2Prendiste el celular.|3Se miró al espejo y se arregló la camisa.
1Leíste que tenías una llamada perdida, de un número desconocido.|4Presionó el botón de detención y abrió la reja.
PBTe bajaste. | 4Se bajó.
Subiéndote el cuello de la blusa saliste. | Tocó en el C.
Sonó el celular. Atendiste al otro. | La otra le abrió la puerta sorprendida.
Le dijiste que ibas para allá. | Se quedó ahí.
Toda la noche pensaste en él. | Toda la noche pensó en vos.

miércoles, 8 de julio de 2009

De soles y dedos

Podría estar durmiendo, descansando a la sombra. Pero cuando cierro los ojos aparece tu mano. Y cuando los abro ya no está. Entonces no duermo. Espero despierto. Me muevo para no caer en la pesadez del sueño.
Me siento en la cama a mirar mi mano que sola no tiene sentido. Es un conjunto de dedos y una palma redonda y grande. Es eso nomás.
Podría correr bajo este sol de invierno hasta llegar. O en bicicleta. No me darían los pies, apretados contra los pedales. La cadena haciendo flic flic flic.
Hasta llegar a tu mano. La de verdad. No la de cuando cierro los ojos. Porque esa es más perezosa y se desdibuja fácil, o se inventa tanto que ya no es tu mano.
Además tu mano encaja perfecto en la mía. Si bien son muy distintas, encajan perfecto. Gordo, gordo, índice, índice, medio (o corazón), medio (¡oh, corazón!), anular, anular, meñique, meñique.
El sol, entre medio del frío, vino a saludarnos hoy. Dejó un par de grados para que no nos extrañáramos tanto. Y yo cierro los ojos y pienso en sus rayos. Tu mano a través de los rayos.
Es eso nomás. Es suficiente a veces. Podría estar durmiendo, de todas formas sigo pensando en tu mano.

viernes, 3 de julio de 2009

Piden pan, le dan pandemia

Porque casi todos queremos que no exista la pobreza. Pero es como en el cuento "La pata de mono", en el que se cumple el deseo pero de una forma terrorífica.