miércoles, 4 de marzo de 2009

Reventar

Cuando despierto a tu lado, enredado entre tus cuatro brazos, me desespero por morderte las orejas de queso fontina. Tu ojo dorado balbucea algo inentendible y con mal aliento. Así empieza nuestro día.
Yo, subido a la bicicleta, salgo hacia el taller. Vos vas volando a mi lado, con tu capa invisible, hasta llegar al muro donde pintas con tu lengua los números del alfabeto. Es tu trabajo, no te lo puedo criticar.
Así toda la tarde. Me pasas a buscar y guardas mi bicicleta en tus uñas. Nos subimos a tu bidet y en menos de un segundo ya estamos en casa.
Me preparo mi cena. Casi siempre un sánguche de milanesa, a veces una ensalada con pollo. Vos te preparas tu almuerzo. Casi siempre es barro con leche, o vino congelado.
Mientras me baño vos cantas. Mientras te bañas, cabeza abajo para no ahogarte, le rezás a un azulejo.
De ahí a la cama. A que yo te cuente mi día en el taller y vos cómo funciona tu aparato digestorio.
Sos tan, tan irreal.

1 comentario:

Arbusto dijo...

Absolutamente extraordinario. Y en tu blog lo extraordinario es muy habitual.