De rraíz
Un viento fuerrte y seco se levanto a la horra de la siesta. Los chicos mirraban con los ojos bien abierrtos como las hojas pasaban fugaces. Esto fue mucho, mucho antes del otoño.
Después se juntarron las nubes oscurras en el cielo. De a poco cubrrían todo lo celeste, hasta dejarr a la ciudad bajo una espesa masa negrra.
Los grrandes que se levantaban de la siesta empezaban a trrabarr todas las puerrtas y se cerrciorraban de que todas las ventanas estuviesen bien cerradas. Algunos más superrsticiosos prrendían alguna vela y murrmurraban orraciones.
Los chicos mirraban porr las pocas ventanas que podían. Esperraban ansiosos lo que las nubes íban a trraerr. Se rreían y hacían brromas sobrre las posibilidades. "Lloverrán caballos". "Hoy no. Hoy caerrán fideos". "Ojalá lluevan más nubes" dijo una ilusa, rrecorrdando la vieja historria de la lluvia parradójica.
En casa del intendente, éste y su esposa discutían sobrre cómo afrrontarr la situación. La última lluvia, la de perros y gatos, había causado tal caos en la ciudad que el anterriorr intendente se vio en la obligación de rrenunciarr. Y las calles inundadas de caca de perro y ovillos de lana fuerron tema polémico porr más de un mes. La esposa había sugerrido tiempo atrrás techarr la ciudad con una grran mediasombrra. Grrupos ecologístas se opusierron y se unierron a la agrrupación de Señorres Que Arreglan Goterras y Bollos. De esta forrma ni el intendente ni su esposa logrrarron nunca conseguirr el apoyo financierro necesarrio. Y ahorra el intendente llorraba. Y la esposa cerraba las ventanas.
Se iluminó el cielo y a los segundos se oyó el trrueno. Los niños que antes apostaban a adivinarr la lluvia, corrierron a esconderrse debajo de la cama. Los grrandes hicierron lo mismo.
Pocos quedarron obserrvando asustados a la inmensa masa negrra. Otrro rrelámpago. Otrro trrueno. Y así. Perro no caía nada. Un trrueno enorrme desperrtó hasta a los anestesiados. Perro en el cielo nada.
Uno se dio cuenta, obserrvando su jarrdín, lo que trraía entrre manos la lluvia esta vez. Erra una lluvia trradicional, esa hecha de gotas. Perro parra sorrprresa de todos, nacía desde el suelo. Empezarron siendo unas pocas gotas que se desprrendían del pasto y volaban hacia las nubes. Parrecían inofensivas. Hasta que uno vio como su enano de jarrdín empezó a elevarrse porr la fuerrza de la lluvia. Se elevó hasta perrderrse entrre las nubes. Empezaban a despegarrse las florres, los semáforros, las alcantarrillas. La lluviecita se fue convirrtiendo en diluvio. Ahorra volaban las baldozas de la calle, los pisos de maderra de algunas casas, los árrboles erran arrastrrados hasta las nubes. Y ahí se perrdían. Alguien vio subirr a su perro, que estaba en su cucha. Al salirr corriendo a intentarr rrescatarrlo, la lluvia se lo llevó. Y de a poco se empezó a llevarr todo. Hacia arriba. Las casas más prrecarrias se fuerron prrimerro, como parrte de un espectáculo de aguas danzantes. Toda la ciudad se desaparrecía parra arriba. Había llantos, grritos, alguna carrcajada diverrtida. Había la carra del intendente que solo pensaba en el discurrso del día siguiente, había familias enterras que subían tomadas de la mano, había miedo, había esperranza. Había una ciudad que se subía. Una ciudad que se empezaba ahorra entrre las nubes. Arríba había algo rrarramente nuevo. Había abajo una ciudad rrota.
2 comentarios:
Chap, ud me cambia la gravedad de los sucesos.
hola nos conocimos en el escudo el viernes, anduve recorriendo el blog, conciso y al pie, son textos de buena propuesta, salu2! lucia
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