domingo, 24 de febrero de 2008

viernes, 22 de febrero de 2008

Trepa


Trepa entre las piernas haciendo cosquillas. Y reís.
Se cuela entre los dedos del pie enroscándose. Temblás.
Abraza las rodillas que se doblan. Te da miedo. Y reís.
Aflojás el resto del cuerpo. No llegás a caer al suelo porque algo te sostiene. Como si flotaras.
Te envuelve, te eleva y te reís.
Se entreveran los lazos entre tus brazos y mirás al cielo que lo tenés cada vez más cerca.
No podés dejar de sonreir.


Trepa por dentro, entre los huesos. Te aprieta la carne.
Se te siente en el estómago y te empuja las venas. No te reís, no te dan ganas.
Trepa hasta el cuello y te ahoga en la garganta. No te dan ganas.
Aflojás el cuerpo y caés contra el piso. Trepa hasta marearte las neuronas.
Se enredó en las muñecas y te empieza a asomar por las fosas nasales.


Te levantás como si nada.
No entendés qué te causa. Por las dudas ni te reís.
Te trepó por dentro y fuera. Te exitó y hastió.
Confundido, te mirás en el espejo. El viaje fue cansador.
Todavía estás turbado.
Estás trepado.

martes, 19 de febrero de 2008

Realidad in fraganti

Un fotógrafo que se rebusca en multiplicar los sentidos de lo que vemos cotidianamente. Con un blanco y negro particular, deforma y forma los objetos que encuentra a su paso y te deja un poco boquiabierto, un poco sonriendo y otro tanto ingenuo. Es Chema Madoz y acá algunas de sus capturas. Y más abajo un link a su página, con más excusas para darnos cuenta de todo lo que nos falta darnos cuenta.



domingo, 17 de febrero de 2008

Olvidar cómo encontrarte

Ya me estaba acostumbrando a pensar que no volvería a encontrarte. Conformismo incómodo. Al fin y al cabo me habías cansado. Todas las mañanas leía el diario, todo enterito. Desde el clima hasta las historietas. Y no estabas. No eras noticia, ni siquiera efeméride. Me di por vencido, o al menos me convencí de eso. Los diarios se fueron apilando en el cajón de la biblioteca. Un degradé amarillo llevaba del más viejo al último estrenado. Cada tanto revisaba alguna página, con la esperanza de haberte salteado. La gente que sonreía en las fotos de la sección "Sociales" me miraba irónica. Y yo te buscaba en el fondo. En las figuras borrosas de tinta y pixel. No estabas. No eras noticia.

También te había buscado en el desayuno. Adentro del tarro de café, entre los granos oscuros. Nada. Los sobres de azúcar, bordados con frases que si bien no me conmovían al menos me sacaban una sonrisa, estaban completamente vacíos. Sólo tenían azúcar. La mermelada de naranja no daba ninguna pista de tu presencia. La dejé abierta un buen tiempo sobre la mesada. Conseguí unas cuantas moscas durante unas semanas hasta desistir de la idea de que te aparecieras a espantarlas. Las tazas de porcelana, frías. Los individuales, como tales, solos. Y en el reflejo de la pava se reflejaba mi cara hinchada, de bronca y de circunferencia espejada. Harto, me dediqué al ayuno.

Mientras insistía con los periódicos recordé que podrías darte el lujo de aparecer en el último lugar que te había visto. Aunque no había razones. No eras de visitarme allá, más por miedo a mis reacciones que por lo efímero de ese espacio. Así que intenté dormirme temprano, inmediatamente después de cenar. Y aparecieron barcos, y olas y tormentas. Desperté con náuseas y obviamente con tu ausencia. Dormí de nuevo, a la tarde, una siesta innecesaria, teniendo la esperanza de que te asomaras, aunque sea para mantenerme en la ilusión. Soñé una maestra de primaria que se llamaba Dora que me intentaba seducir y luego se transformaba en el médico de mamá que me decía que tenía que cuidarla más. De vos ni noticias. Intenté un par de veces más. La siguiente noche, antes de dormirme, pensé en ocho anécdotas distintas. En todas eras protagonista. No recuerdo qué soñé esa vez, estoy seguro que no estabas. Las noches que continuaron fueron en vano. No te animabas si quiera a aparecerte efímero. Así te habías ido.

Estaba ya resignado, no me pasaba comunmente. Pero se me notaba desganado, desgastado. De a ratos los diarios se amontonaban en la puerta de casa. Cuando los juntaba los guardaba directamente. Intenté desayunar pocas veces, pero me resultaba asqueroso. Se me amontonaban las moscas en la garganta. Ni hablar de soñar. Intentaba no hacerlo con frecuencia, pero no lo podía evitar. Reconozco que también te busqué en un par de medias, en un videocassete, en la vidriera de un negocio, en un olor a quemado. Un olor a fuego intenso. No eras noticia.

Hasta que esta mañana, en una de las casualidades en las que no creo, te sentí. Luego de una voz de locutora amargada apareciste. Adentro de una canción. Entre los acordes, bailando en el estribillo. Ahí estabas. No parecías igual, no estabas tan vacío como antes. Volviste lleno entre esos sonidos que nunca había escuchado. Estabas de vuelta. Me llenaste. Empecé a reírme y me abracé a la radio que empezó a chillar. Me alejé y subí el volumen para poder oírte mejor. Me reí a carcajadas y hasta creo que bailé con vos. Hasta nos miramos a los ojos. Sonaste más lento. Sentí un nudo, en el cuello, en el estómago, en las manos. La canción llegaba al final. Parecía que te ibas con ella. Y así era. Los últimos tres, dos, uno. La voz de la locutora continuó amargada. Los nudos apagaron mi sonrisa. Ahora que sé dónde buscarte, no se si quiero encontrarte una vez más. Los nudos apagaron la radio. A ver si aparecés una vez más.

domingo, 10 de febrero de 2008

Ubicate



Es por eso que te movés constantemente intentando buscarte en el espacio. Desde donde estés, fijate de no perderme.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Sube, sufre

Es que sus ojos quieren verlo, y sus manos también. Pero después es tanto vacío que no se puede llenar sólo con el recuerdo.
Sin embargo sus labios quieren besarlo, y sus pies también. Pero él cada tanto se desvanece, y así no se puede seguir.
No es justo. No parece.
Su piel quiere sentir su piel, y abrazarlo también. Pero más tarde es solo un suspiro, y las lágrimas contra la almohada.
Lamentablemente ella no puede ser igual. Las sábanas son su refugio por ser tan poco cobarde y querer un poco más. Y todo parece ser una eterna onda electromagnética. Que sube, se disfruta, y de a poco vuelve a caer, sufriéndose. Luego sube, luego sufre.
El corazón quiere olvidarlo, y tenerlo consigo para siempre también. Pero la incertidumbre golpea fuerte y no le permite entender.
Le pesa. Le cuesta. Es lógico. De algún lado sacará las fuerzas. Para poder salir de ese circuito en algo necesita creer.

martes, 5 de febrero de 2008

Un viaje



Con toda palabra - Lhasa De Sela