viernes, 7 de noviembre de 2008

En el cielo las estrellas

Cerraste los párpados como la cortina de un negocio y con la cabeza en la almohada te fuiste al sueño. El calor te mata. Yo veía girar el ventilador como si fuese cada vez más lento.
Fui en busca de algo fresco en la heladera. Mayonesa. Crema de leche. Soda de sifón. Está bien, soda.
Volví a la cama y tu cuerpo ya se había despatarrado. Sentado en la silla del escritorio miraba por la ventana a la casa de enfrente. Ese paredón amarillo con farolito al tono. La noche que se comía a las estrellas. Todo el paisaje que parecía escenografía puesta para mi noche. Tan armadito.
Y empecé a pensar.
Toda la noche no paré de pensar.

Cuando se hicieron las cinco de la mañana ya estaba llorando abajo de la ducha y vos te despertaste. Golpeaste la puerta del baño asustada y no se que dije pero te tranquilicé. Fuiste a la cocina y me esperaste con un café en la cama. Me miraste tierna. Tu mano abrazó mi mano. Y me prometiste al oído no abandonarme jamás en ese insomnio.
Me prohibiste pensar por un rato.
Me deje llevar por tus brazos hasta amanecer.

2 comentarios:

Andrea dijo...

"construimos un mundo para escapar de nuestra soledad", decía aquel que de tanta verdad junta terminó en un asilo.

En ese mundo están los que queremos, con sus soledades también. De ese encuentro puede nacer una tranformación: un momento de paz.

Salud

unServidor dijo...

Tal vez sea una crisis de felicidad.