martes, 12 de agosto de 2008

Despierto entre las sombras

En lo de Tío Gabriel no se puede dibujar tirado en el piso. Porque dice que el pecho sobre la baldoza fría enferma, y que si se me va la mano le rayo todo. Tiene que ser en la mesa de la cocina sobre el mantel de hule tapado con un plástico que hace que se me hunda la punta del lapiz y se me agujeree toda la hoja. No puedo sacar todos los lápices a la vez de la cajita, para que no se pierdan, para que no ocupen espacio y para qué tanto escándalo, ni que fueras Picasso.
Tampoco se puede jugar con barquitos de papel. Ni bien uno propone la idea, Tío se pone rojo de furia sin poder explicarse que uno gaste papel en un barco que no hace viajar a nadie. Por más que uno explique la diminuta travesía él se cruza de brazos y niega con la cabeza. Antes solucionaba el tema dándonos papel de diario. Pero eran todas noticias amargas que hacían que el barco se hundiera rápidamente en un charco de lágrimas. Y era uno el que terminaba con los brazos cruzados mirando el empapelado, que se hacía ver como un material ideal para un barquito de papel.
La única vez que intente mojar una vainilla en el té, casi me hace un tapón en el oído de los alaridos que pegaba. Se enfureció totalmente. Por un tiempo me prohibió comer hasta no terminar el tecito. Después se fue ablandando, pero nunca llegó a permitirme poder humedecer ni una pobre masita. Aprovechando cuando se distraía escuchando el partido en la radio podría haberme arriesgado, si no fuera por su anciana costumbre de darse vuelta a cada rato para comentarme que Magayani tal cosa o que Cositevich tal otra. Y yo con cara de galletita seca le asentía.
Menos que menos se puede dormir en lo de Tío Gabriel. Porque la pieza es una para los dos, y el colchón que nos toca va al piso. La almohada que nos toca está casi vacía. Las frazadas que nos tocan tienen olor a pollo. Y el ronquido del Tío retumba en las cuatro paredes. No hace frío, es verdad. El aire es tan espeso que no hace frío. No hace nada. Y está la persiana. No cierra bien y por las rendijas se ven las luces de todos los autos que pasan y dibujan sombras en todas las paredes. Esa parte es divertida. Como si fueran manos chinas detrás de un farol, las sombras cuentan historias descabelladas. Me entretiene ver a un monstruo que se come un árbol y a los fantasmas como andando en calesita. De a ratos los personajes desaparecen por completo, y a lo lejos se escucha un motor que anuncia la llegada de algún caballo, avión o pura psicodelia. Es por eso que me gusta quedarme a dormir en lo de Tío Gabriel. Y saber que lo que menos se puede hacer allí, es dormir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tiene razon ud, no es triste su flog, es melancolico, este texto trae nostalgia
en lo de la tia lidia se tenia que caminar con los patines para no ensuciar el piso y comer rapido y todo todo.
en lo de la tia martha las cuentas de matematicas se hacian sin calculadora y todos los dias habia que sentarse a hacer tarea, si no tenias (que yo nunca tenia porq ellos viven en el interior y yo solo iba de visita) te daba deberes
gual.
lo tios son asi

que rico la vainilla en la chocolatada!!
se te quiere mucho

si se cuando son las funciones de perdonalos que gano?me tengo que anotar o con saberlo alcanza para participar?manteneme al tanto

El Profe dijo...

Chap. has vuelto no caben dudas, me trasnportaste a la casa del tío sin quererlo. ¡Gracias por imágenes tan vividas!
¡Un abarzo!