Instantáneo
Cuatro situaciones indignantes que suceden constantemente. A veces parece gracioso, otras simple abuso. Pero es hora de sacarle las caretas al Sr. Destino, a su hermana Srta. Casualidad y a Mr. Combinación De Energías De La Mala Leche.
- Estoy terminando de utilizar ese programita que asombradamente se estuvo portando de mil maravillas. En ningún momento se tildó, y todos los botones me hicieron caso. El trabajo está casi acabado y se me ilumina el cerebro con un tubo de tungsteno y digo "mejor sería ir guardando". Dejo de mover el mouse, temiendo lo que está a punto de suceder. Se que cualquier acción de más que le haga a la computadora va a ser suficiente excusa para que el programa se cuelgue y aparezca un patético cartel de Error, Horror o símil. Entonces tengo a bien tomar precauciones y en lugar de dirigirme a archivo-guardar, utilizo un comando de teclado que bien saben usar las personas del ambiente informático: ctrl+ s. Y ahí, ni bien coloco las yemas de mis dedos sobre las respectivas teclas se asoma un cartelito de msn, antivirus, mail, alarma y se sucede lo peor. O bien presiono las teclas que comienzan a funcionar sobre la nueva señal, o ni siquiera llego a eso y el bendito programa decide cerrarse solo. Sin ayuda. Sin pedir permiso. Mutis por el foro. Pero no se va solo. Se lleva mis horas de trabajo y todo el interés por seguir delante de la computadora sin pegarle.
- Hace frío. O calor. No importa. Hace mucho de un mismo clima. Y hace fácil una hora que el micro no pasa. Cuanto más tiempo espero, más me convenzo de que está por pasar. Pero a su vez más me convenzo de que si tardó media hora más de lo que debía, puede tardar una hora más, dos días e inclusive meses. ¿Tomo uno de los tantos taxis libres que pasan? No. Total ya estoy llegando tarde. Esperemos. Que pasen cinco colectivos que no son los que me tengo que tomar y ahí recién me tomo el taxi. Espero. Pasaron seis. Al próximo taxi me subo. Cuento la plata, llego justo. Ya pasó tanta gente por la parada que creo que se están repitiendo. Ahí viene un taxi. Libre. No queda otra. Que se vaya a cagar el chofer, a quien seguro no le importan mucho mis monedas. Paro el taxi. Miro atrás. Ni se asoma el colectivo. Me subo. Le digo la dirección. Arranca. Y hago lo que no tengo que hacer. Observar por el espejo retrovisor como se asoma el micro.
- ¿Qué hago? Me levanto a preguntarle de nuevo al profesor a qué cuernos se refiere con la pregunta cuatro. No. Ya dijo que no iba a explicar nada. Es un exámen final, debería mostrarse más simpático. Pero no. Nadie preguntó nada hasta ahora. Tal vez con el resto de las preguntas a medio contestar alcance a aprobar. Aunque si comparo mi hoja y media con las tres hojas con letra diminuta de mi compañero de al lado, veo que no es muy probable. Ya están entregando todos. El profesor me mira con cara de si sigue sin escribir otra media hora le saco la hoja. Debe estar pensando que me estoy copiando. Me juego. Voy y le pregunto. Si no me quiere contestar le entrego. Agarro las hojas. Me acerco al escritorio. Me mira intimidante. No me animo. Dejo las hojas en el escritorio y voy derecho a la puerta. Pero Ortiz pregunta algo sobre la cuatro. Y el profesor, sin estribos, comienza a explicar la respuesta, entusiasmado hace gráficos en el pizarrón. El resto, Ortiz más que nada, con una sonrisa, comienzan a copiar sin verguenza alguna.
- Desde la última vez que dijiste que me ibas a llamar pasó ya una semana y media. En ese lapso no tuve ni una señal de humo. Si no querías llamar me mandabas un mensaje, o un mail, o un zumbido. Un telegrama si es que te molesta la tecnología moderna. Si pensabas que yo iba a aflojar llamándote para ver como anda todo, estás equivocada. Ya lo hice cinco veces. Ésta vez te esperé. Demasiado. Actualizo el correo por si las dudas. Ante la negativa de novedades empiezo a escribirte yo. Un mail. Para que lo leas con tiempo. No muy largo, conciso. Quizás me desubique un poco con el vocabulario, pero quéquerés. Por lo menos cuando lo leas te va a dar un poco de bronca. O lástima. O escalofríos. Algo te tiene que pasar. Pero es un mail definitivo. Después de eso ya ni te molestes en dar señales de vida. Ja. Te pensaste que yo nunca iba a poder despegarme. Listo. Escrito está. Y lo mando. Hotmail sabrá hacértelo llegar. Ja. ¿Ja? Hay un mail nuevo en la bandeja de entrada. Si no fuera porque era tuyo, y contaba todos los problemas que habías tenido en tu casa, el robo del celular y esas cosas dulces que yo quería escuchar, no estaría ahora queriendome cortar los dedos con una lima.
3 comentarios:
Yo creo que Dios hace estas cosas a proposito para reirse despues. Dios es un gran guionista comico.
Estas situaciones son empujadas por la espontaneidad del destino que se confabula con la casualidad, que le susurran alguna obscenidad a la buena suerte para que se distraiga. Dios, observa la trama, decide el desenlace y feliz de escribir otra página en tu novela personal, da vuelta la página y sonríe satisfecho.
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