viernes, 14 de diciembre de 2007

En espera

El cable de tu teléfono tiene esa forma poco casual de rulo eterno. Se extiende cada día un poco más. Vos lo estirás con el índice mientras hablás conmigo, o con tu mamá. Aunque tu mamá apenas llama ultimamente. Y ese rulo eterno y negro se confunde un poco con tus rulos, q ni negros ni eternos, juegan con mi índice cuando estamos juntos. Pero ya no estamos juntos. O lo estamos. Pero solo mediante ese micrófono que nos convierte nuestra voz en pulsiones eléctricas. O algo así. Me lo explicaste. Tu voz suena más aguda, la mía, según me decís, más robótica. Te hace acordar a la de un videojuego. Pero no es solo voz lo que transmite. Puedo entender cuando estás cansada, o cuando hablás rápido por ansiosa. En los largos silencios de ambos se sobreentiende que molestan las palabras. Vos me retas si camino. No podés aceptar la idea de un inalámbrico. Vos necesitas del rulo. Yo de la caminata sin ir a ningún lado. Siempre termino en el balcón, aunque no te des cuenta. Me tenés prohibido comer mientras hablamos, porque se me entiende menos que a un ruso. Había estado pensando que nuestros silencios al teléfono son como si nos quedaramos mirándonos a los ojos por un largo rato. Porque tus ojos no cambiaron, siguen siendo silenciosos y miel. Aunque en tus fotos siempre aparecen cerrados y no tengo forma de volverlos a ver, me alcanza con silenciarme con el óido pegado al audífono para darme cuenta del recuerdo. Detestas que te atienda dormido, pero yo disfruto de despertar con tu llamado. Se mezcla un poco de lo soñado con un poco de tus reproches y todo sabe raro. Hasta que me obligás a sentarme en la cama y a mantener una "conversación decente" y hasta sos capaz de pedirme que me cepille los dientes. Las despedidas son quizás lo más largo de toda la charla. No caemos en el cliché del "cortá vos", pero algo similar respiramos. A ninguno le gusta saber que vamos a tener que esperar otro ring en pocas horas o días. Y al cortar y dejar de tenerte a mi lado vuelve la ansiedad. Camino, sin precicisón, para terminar en el balcón, aunque no te des cuenta. Suponiendo que tu dedo seguirá estirando el rulo negro, eternamente.

1 comentario:

gabrielaa. dijo...

bello texto