Lo que no pasa por el ojal
Cuando usted me citó, Señorita Gloria, me sorprendió el carácter urgente que presentaba la invitación. Como sabrá soy un hombre muy ocupado pero me hice el tiempo suficiente como para venir hasta aquí a escucharla. Ahora que me cuenta el motivo por el cual me convoca a esta reunión, temo decirle que me siento ofendido. Si mi hija hubiese cometido algún desmadre, si hubiese incurrido en alguna falta a las reglas de esta escuela, si hubiese sido la protagonista, o la cómplice, de algún plan indecoroso, yo, sinceramente, estaría más contento. No por sentir que eso está bien, sino por sentir que no vine al divino botón. Y hablando de eso, Señorita Gloria, su camisa... ay, es hermosa. Sobre todo esos botones. Divinos. Volviendo al tema. Ahora que usted me comenta el hecho estúpido por el cual fui citado, me avergüenzo de haber suspendido mi clase de Observación Romántica de Astros. La semana próxima tengo examen y dudo que pueda rendir sin saber lo que se vio hoy. Retomando, ¿de dónde demonios sacó que Adela es una fabuladora? ¿Cómo pudo llegar a pensar que mi hija le había mentido, no una, sino siete veces? Venga Señorita Gloria, no se vaya. ¿Qué hace? ¿Qué son esos papeles? No mire los dibujos de Adela con esa cara de espanto que la chica no se va a dedicar a pintar. Ya me dijo a mi que lo suyo es la ortopedia. Si viera como ciuda a sus muñecas. Cuando se las regalamos estaban todas inválidas. ¿Qué? ¿Qué tiene este dibujo en especial? Sí, usted le pidió que dibuje un zoológico y ella dibujó un teatro a sala llena. No se que habrá querido hacer, tampoco soy adivino. Tal vez sea porque de chica la madre le leía El Zoo de Cristal para que se durmiera. ¿Está llorando Señorita Gloria? No entiendo el motivo. Usted está con problemas. ¿Segura que puede encargarse de un curso de niños? No le estoy diciendo lo que tiene que hacer, simplemente le pregunto. Tranquilícese porque esa vena en el cuello le está latiendo fuerte. Está bien. Comprendido. Salgo por este pasillo y voy hasta la dirección. ¿Por quién pregunto? Listo, está bien.
¿Usted es Nélida Graciano? Soy el padre de Adela Páez. Si, gracias. Sabrá por qué vengo. La Señorita Gloria le comentó... ahá... si... ahá. Mi hija no fabula, perdón. Las mentiras que la Señorita Gloria aduce, no son mentiras. Es cierto que el lunes pasado faltó por un casamiento entre un juego de vajilla y un galán de telenovelas chileno. Lamentablemente la boda se suspendió porque parte del juego de vajilla se cayó del altar y se partió al medio. Bastante traumático, sinceramente. ¿Qué es lo que la pone tan nerviosa? ¿Cómo imposible? Tengo las fotos. En realidad las tiene mi señora. Le digo que es verdad Nélida. ¿Qué dice? Ah. Si. Es verdad que las vajillas no se casan los lunes, por una cuestión puramente legal. Pero pedimos un amparo a la justicia, porque el galán el único día libre que tenía era los lunes. Ahhh, ve ahora como se va entendiendo la gente. Adela no mentía. No, no. Tampoco le mintió con su viaje en lavarropas. A pesar de que todavía no cumplió los seis años, como mi hermano es piloto, la dejamos viajar igual. Él tuvo muchos recaudos y fue un vuelto tranquilo, un viajecito de bautismo. ¿Ve que Adela no miente? No, por favor. Ya está. No es necesario, Nélida. La verdad es que me da lástima haberme perdido la clase por estas pavadas, pero no es necesario. Está bien. Solo me comeré su oreja porque usted insiste. Mmm. Bastante bien. Carne muy suave. Ah, usted es holandesa. Haber empezado por ahí y quizás no me resistía tanto. Con respecto a la Señorita Gloria, creo que le haría bien tomarse unas vacaciones. La noté algo alterada. Y sus alas están desplumadas. Quizás podría pedirse licencia unos días. Bueno, lo decidirá ella. Gracias a usted, Nélida. Si, seguramente la próxima visita sea por cosas más alegres. Que tenga un buen día. Saludos.
Te lo puedo explicar mi amor. Es que tuve la reunión en el colegio de Adela. No me empujes, dejame hablar. No, no te voy a inventar nada. Parece ser que hubo un malentendido. Creyeron que la nena estaba inventando historias porque no les cerraban algunas cosas. Además la Señorita Gloria está algo estresada y se hizo la cabeza con que la nena fabulaba. Tuve que suspender la clase para ir allá y aclarar todo el asunto. ¡Esperá Laura! Ya llego al punto. Soltá ese plato que el otro día tuvimos bastante. No me amenaces, escuchame. Nélida, la directora, se quiso disculpar conmigo. Me ofreció un poco de su oreja. ¡Te juro que me resistí! Claro, me negué. Tranquila. Le dije que no era necesario. Pero ella insistía. ¿Cómo? Eh... bueno, me resistía al principio, después tuve que ceder. ¡No! ¡Esperá! Le mordí un poquito nomás. Medio lóbulo. Tenías que ver como se puso, me lo pedía de rodillas. Por favor, no te enojes. Tranquila. Dejá de caminar de un lado para el otro que le hacés peor a tu pierna tullida. Dale. Fue un mordisco nomás. ¿Cómo me vas a preguntar eso? No, por favor. No me hagas contestar eso que no tiene nada que ver. ¿Qué importa si me gustó o no me gustó? Qué se yo. Ni me acuerdo. Es holandesa, ¿viste? La carne holandesa es distinta. No llores Laura, no llores. Tendrías que haberla visto a la Señorita Gloria. Unos botones hermosos llevaba. Hermosos. Cuando pase por el centro te voy a comprar unos igualitos. Unos para vos y otros para Adela, ¿si?. Bueno, está bien. Sólo para vos. Pero no llores. No llores porque no tiene ningún sentido.